Esta nota super interesante, sirve, no solo, para quienes tienen que rehabilitarse, sino para toda la humanidad en general.
El término “aromaterapia” se debe al químico francés Gattefosfé, que, a principios de del siglo XX, comenzó a divulgar las propiedades curativas de los aceites esenciales obtenidos de las plantas medicinales.
El empleo de las esencias, sin embargo, se remonta a tiempos mucho más lejanos. Los egipcios las utilizaban con fines cosméticos y para embalsamar a sus muertos; la civilización griega, en los baños y masajes aromáticos, y los árabes fueron grandes maestros en el arte de la perfumería, por citar algunos ejemplos.
Los aceites esenciales, o esencias, se elaboran en el citoplasma de ciertas células vegetales y se acumula en determinadas partes de las plantas –raíces, hojas, flores-, según el tiempo atmosférico, la fase de desarrollo en que se hallen y hasta el momento del día- de ahí que su composición varíe con la época del año y la hora de la recolección.
En algunas especies se distribuyen uniformemente por todas sus células –es el caso de los pétalos de la rosa- y por ello su extracción resulta en extremo laboriosa; en otras se almacenan en bolsas secretoras, como ocurre con la corteza de la naranja, el limón o la mandarina, de modo que al estrujar la corteza, la bolsa se rompe y sale el aceite.
Los frutos de las umbeliferas- anís, comino, angélica –tienen unos tubitos microscópicos con células secretoras en su interior, y en las labiadas son unos pequeños “pelillos” los que segregan la sustancia aromática.
La composición de cada aceite esencial es compleja: está constituido por variados ingredientes, aunque existe siempre uno mayoritario: alcohol, cetona, terpenos…También es variada la proporción entre ellos, que depende de las condiciones ambientales en que se desarrolla la planta, hasta el punto de que algunas especies poseen quimiotipos distintos en función del componente que predomine.
Así por ejemplo, del tomillo, o “thymus vulgaris” , se obtienen hasta seis tipos diferentes de aceite. La recolección y, sobre todo, el proceso de extracción de la esencia son otros factores que influyen poderosamente sobre el resultado final.
MATERIA PRIMA
Las plantas aromáticas son las auténticos “fabricantes” de aceites esenciales, ya que, aunque la mayor parte los contienen, éstas los concentran en mayores cantidades. Las familias botánicas de las labiadas y umbelíferas- a las que pertenecen, entre otras, el anís, el tomillo, el perejil, la menta, el orégano, y el romero- son las principales productoras. Otros grupos de interés son el de las lauráceas-laurel- las rosácea- la rosa, fresa, melocotón-y el de las rutáceas- naranja, limón, bergamota.
La cantidad de aceite esencial que se obtiene de una planta oscila entre el 0, 01 y el 10%, aunque la proporción puede ser mayor. Los pétalos de rosa, por ejemplo, contienen muy poca: son necesarios unos mil kilogramos para lograr tan sólo cuatrocientos o quinientos gramos. De cien kilogramos de eucalipto y lavanda se extraen unos tres kilogramos, y de cien de perejil o tomillo, unos doscientos gramos.
Generalmente, las esencias son líquidas, muy fluidas, solubles en parte en agua y del todo en alcohol y aceites y éter. Suelen ser también claras y transparentes, aunque hay excepciones: la de manzanilla es de color azulado; la de bergamota, verde; la de limón, amarilla, y la de jazmín, muy oscura.
Los aceites esenciales se obtienen mediante diversos procedimientos, dependiendo de su localización en la planta. Su gran volatilidad obliga a conservarlos en recipientes herméticos, protegidos de la luz y a una temperatura de quince o veinte grados centígrados, y es, asimismo, la causa de su fácil y rápida penetración en la piel.
La técnica más empleada es la destilación al vapor. Las plantas se ponen en un recipiente con agua que se lleva a ebullición, con lo cual se obtiene un vapor de agua con partículas de aceite en suspensión; esta solución pasa por un serpentín o alambique que es enfriado continuamente con agua, de forma que se recogen en recipientes distintos el aceite y el agua. Esta agua se conoce como “hidrolato” y también se emplea con fines medicinales. El aceite obtenido posee las mismas propiedades que la planta.
AROMAS PENETRANTES
Muchas de las propiedades de los aceites esenciales están todavía en estudio o por descubrir, dada la gran cantidad de sustancias químicas que los componen. No obstante, la más estudiada es su actividad antibacteriana, conocida desde la antigüedad, y debida a su contenido en fenoles y aldehidos, como el timol del aceite del tomillo y de otras labiadas, de acción antiséptica externa e intestinal y antihelmítica.
Su poder de penetración cutánea es muy elevado, de ahí que su aplicación en forma de baños o masajes resulte una excelente opción terapéutica. Además se eliminan a través de los pulmones y los riñones, por lo que sus principios actúan también en estos órganos.
Algunos aceites estimulan las secreciones gástricas y salivares, contribuyendo al proceso de la digestión. Así, el de manzanillas antiespasmódico y alivia los retortijones y el dolor; el de romero favorece el flujo de la bilis al intestino, y el de menta combate los molestos gases. En estos casos, las aplicaciones tópicas mediante masajes en la zona abdominal resultan muy efectivas.
Las inhalaciones y los masajes en el tórax con aceites esenciales de eucalipto, tomillo, lavanda y orégano tienen acción expectorante, fluidifican las secreciones bronquiales y favorecen su eliminación, y son espasmódicos y antisépticos. Los de manzanilla y geranio se aplican mediante masajes en la zona sacrolumbar para ayudar a disolver los cálculos urinarios.
Algunas de las esencias son estimulantes del sistema nervioso –cedro, limón y menta- mientras que otras, como la lavanda y la melisa, resultan magníficos sedantes.
Por último los aceites esenciales actúan como purificadores del aire cuando se vaporizan y dispersan en el ambiente. En la Edad Media era costumbre hacer hogueras en las plazas públicas y echar al fuego plantas aromáticas para ahuyentar las epidemias y la peste.
LA CASA PERFUMADA
A principios del siglo XVI se perfumaban las estancias con romero, espliego, angélica o menta; de esta forma quedaban impregnadas de un suave aroma, pero también desinfectadas. Muchas hierbas son excelentes insecticidas y purificadores del ambiente. Aunque sin duda la que más perfuma es la rosa, por su aroma delicado y balsámico.
Cualquier rincón del hogar resulta adecuado para colocar un cestito de mimbre que contenga una mezcla aromática, como la que proponemos a continuación: pétalos de rosa, hojas de laurel, hojas y flores de eucalipto, hojas de nogal, mirto, tomillo y salvia, mezcladas con jengibre, canela y vainilla cortados en trozos más bien grandes. Cada vez que el perfume comience a debilitarse añadiremos unas gotas de alcohol o esencia de rosas.
En la despensa, para ahuyentar a los gorgojos, podemos poner hojas de laurel junto a los paquetes de harina, arroz o legumbres. La naftalina puede sustituirse por saquitos de seda o muselina rellenos de espliego y toronjil bien pulverizados. Son igualmente eficaces y de aroma mucho más delicado.
EN EL BAÑO
Hay que aprovechar al máximo las virtudes de los aceites antes de que comiencen a volatilizarse. Para ello echaremos unas tres o seis gotitas en la bañera una vez que esté llena. Después, para que se disuelvan, se remueve bien el agua, que no tiene que estar demasiado caliente, sobre todo en los baños estimulantes.
Es mejor tomar los baños sedantes, cuya función es calmar, relajar y ayudar a conciliar el sueño, por la noche, antes de dormir, y dejar los estimulantes para la mañana. En este último caso emplearemos sólo dos gotas de aceite si se tiene la piel sensible, ya que las sustancias de este tipo pueden resultar algo irritantes.
Son plantas estimulantes la menta, el cedro, el romero, el pino, el enebro y el limón, y sedantes, la manzanilla, la melisa y la lavanda. Si se pretende aliviar los pies cansados y el sudor no hay nada como un baño con aceite de romero, enebro o ciprés.
Para la elaboración de perfumes y aceites para el baño y el masaje doméstico es recomendable utilizar los aceites suaves y tomar algunas precauciones. Así, no hay que aplicarlos directamente sobre la piel, ya que puede irritarla, ni en el embarazo sin consultar antes con el médico, ya que algunas de estas sustancias están contraindicadas durante este período. Por último, debe evitarse el uso prolongado de un mismo aceite.
MAYTE SUAREZ SANTOS
Periodista científica especializada en Medicina
nota de medicina de rehabilitacion